26-10-2024
“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.”
Romanos 12:1
Romanos 12:1
El llamado a la santidad también está relacionado con nuestro servicio a Dios y a los demás. En Romanos 12:1, Pablo nos exhorta a presentar nuestros cuerpos como sacrificios vivos, santos y agradables a Dios. Este llamado al sacrificio vivo implica que cada aspecto de nuestra vida, incluyendo nuestro servicio, debe ser hecho con un corazón santo y dedicado a Dios. La santidad no es solo una cuestión de comportamiento externo, sino de consagración interna, donde nuestras vidas se convierten en un acto de adoración.
El servicio que agrada a Dios es aquel que proviene de un corazón purificado y lleno de Su Espíritu. En 2 Timoteo 2:21, Pablo dice que si alguno se limpia de lo malo, será un vaso para honra, santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra. La santidad nos prepara para servir a Dios de manera efectiva. Cuando buscamos la santidad, nuestras acciones son guiadas por el Espíritu y somos capaces de hacer la obra de Dios de una manera que glorifique Su nombre.
Además, la santidad en el servicio nos llama a ser humildes y a considerar a los demás como superiores a nosotros mismos. En Filipenses 2:3, Pablo nos insta a actuar con humildad, considerando a los demás. Este tipo de servicio, motivado por la santidad, no busca reconocimiento personal, sino que apunta a glorificar a Dios y edificar a los demás. Cuando servimos con un corazón santo, reflejamos el carácter de Cristo y llevamos a otros más cerca de Él.
El servicio santo es un acto de adoración a Dios. Al presentar nuestras vidas como sacrificios vivos, servimos a Dios y a los demás con humildad y dedicación, reflejando la santidad de Dios en nuestro servicio.