21-10-2024
“Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo.”
1 Pedro 1:15-16
1 Pedro 1:15-16
El llamado a la santidad es una invitación a reflejar el carácter de Dios en nuestra vida diaria. En 1 Pedro 1:15-16, se nos recuerda que somos llamados a ser santos porque Dios es santo. Este versículo destaca que la santidad no es opcional, sino una parte integral de nuestra identidad como hijos de Dios. Ser santos implica apartarnos del pecado y vivir de una manera que honre a Dios en cada aspecto de nuestra vida, desde nuestras acciones hasta nuestros pensamientos y actitudes.
La santidad no es algo que logramos por nuestra propia fuerza, sino que es un proceso en el que el Espíritu Santo nos transforma. En 2 Corintios 7:1, Pablo nos exhorta a perfeccionarnos en la santidad, lo que significa que es un crecimiento continuo. Este proceso implica permitir que el Espíritu Santo obre en nosotros, moldeándonos más a la imagen de Cristo. La santidad es tanto un regalo que recibimos por la gracia de Dios como una responsabilidad de vivir conforme a Su voluntad.
Este llamado a la santidad también incluye nuestra relación con los demás. En Efesios 4:24, se nos dice que debemos vestirnos del “nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” Ser santos en toda nuestra manera de vivir no solo afecta nuestras decisiones personales, sino también nuestras interacciones con los demás. Vivir en santidad significa amar a nuestro prójimo, actuar con integridad y ser un reflejo de la pureza de Cristo en un mundo lleno de pecado.
El llamado a la santidad es una invitación a reflejar el carácter de Dios en nuestra vida diaria. A través del poder del Espíritu Santo, somos transformados para vivir de manera que glorifique a Dios y refleje Su santidad en el mundo.