21-06-2024
“Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Juan 10:28-29
Juan 10:28-29
Juan 10:28-29 nos ofrece una promesa de seguridad en nuestra salvación. Jesús asegura que aquellos a quienes Él da vida eterna no perecerán jamás y que nadie puede arrebatarlos de su mano. Esta promesa nos da una gran confianza y paz, sabiendo que nuestra salvación está segura en Cristo. No depende de nuestras obras o esfuerzos, sino del poder y la fidelidad de Dios.
Romanos 8:38-39 refuerza esta seguridad al decir: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Nada en toda la creación puede separarnos del amor de Dios en Cristo. Esta certeza nos da una base firme en nuestra fe y nos permite vivir con confianza y esperanza.
En 1 Juan 5:13 se afirma: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” Juan escribe para que tengamos certeza de nuestra salvación. La seguridad de la salvación nos permite vivir sin temor, sabiendo que nuestra vida eterna está garantizada en Cristo. Esta seguridad nos motiva a vivir fielmente y a compartir el evangelio con otros.
La seguridad de nuestra salvación en Cristo nos brinda una paz y confianza inquebrantables. Sabemos que nada puede separarnos del amor de Dios y que nuestra vida eterna está asegurada. Que esta certeza nos impulse a vivir con valentía, fidelidad y gratitud, reflejando el amor y la gracia de Dios en todo lo que hacemos.