17-02-2024
“Después de esto, el Señor designó a otros setenta y dos y los envió de dos en dos delante de él a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir. […] Los setenta y dos regresaron llenos de alegría y dijeron: —Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre. —Yo les he dado autoridad para pisotear serpientes y escorpiones, y para vencer toda la fuerza del enemigo; nada les hará daño. Sin embargo, no se alegren de que los espíritus se les sometan, sino alégrense de que sus nombres están escritos en el cielo.”
Lucas 10:1, 17-20 (NVI)
Lucas 10:1, 17-20
El evangelismo es un privilegio y una responsabilidad emocionantes para todo creyente. Cuando compartimos el evangelio con otros, estamos participando en la obra de Dios para traer salvación y redención al mundo. En Lucas 10, Jesús envía a setenta y dos discípulos para proclamar el Reino de Dios, y al regresar, experimentan una alegría indescriptible al ver el poder de Dios manifestándose a través de ellos.
Participar en la evangelización nos llena de gozo porque estamos viendo el cumplimiento del propósito eterno de Dios: la reconciliación de la humanidad consigo misma. Como discípulos de Jesucristo, tenemos el privilegio de llevar esperanza, amor y vida eterna a aquellos que están perdidos en la oscuridad del pecado.
La verdadera alegría en la evangelización no proviene del éxito aparente o de los logros personales, sino de saber que estamos obedeciendo el mandato de Cristo y participando en su obra redentora. Nos alegramos no solo por los milagros visibles que presenciamos, sino principalmente porque somos testigos del poder transformador del evangelio en las vidas de las personas.
Al participar en la evangelización, recordamos que somos instrumentos en las manos de Dios para llevar luz a un mundo que yace en tinieblas. Que esta alegría nos motive a seguir adelante con valentía y determinación, compartiendo el amor y la verdad de Cristo con todos los que encontremos. Recordemos siempre que nuestra verdadera alegría proviene de saber que nuestros nombres están escritos en el cielo, y que hemos sido llamados a ser embajadores del Reino de Dios en la tierra. Oremos para que el Espíritu Santo nos llene de pasión y amor por el evangelismo, y que podamos ver una cosecha abundante para la gloria de Dios. Amén.