29-09-2025
“Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”
Gálatas 5:22-23
Gálatas 5:22-23
La paciencia no es algo que se logra por esfuerzo humano, sino que es parte del fruto del Espíritu en la vida del creyente. Cuando caminamos en obediencia y dependencia del Espíritu Santo, Él produce en nosotros la capacidad de esperar con fe, aun cuando las circunstancias parecen adversas. Romanos 5:3-4 enseña: “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza”. Este proceso revela cómo Dios usa las dificultades para moldear nuestro carácter.
Muchas veces pedimos a Dios que acelere las respuestas, pero Él nos enseña a esperar porque su tiempo es perfecto. Isaías 40:31 lo confirma: “Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. La paciencia nos renueva porque nos conecta con la esperanza de que Dios cumplirá sus promesas.
De la misma manera, Santiago 1:3-4 nos recuerda: “Sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. Dios no busca que nos desesperemos en el proceso, sino que seamos perfeccionados en nuestra fe. La paciencia es evidencia de que confiamos en que su obra es buena y completa.
La paciencia no es resignación, sino una confianza activa en el obrar de Dios. Cuando dejamos que el Espíritu Santo la produzca en nosotros, entendemos que cada proceso tiene un propósito eterno. Así, aprendemos a esperar con gozo, a perseverar en la fe y a vivir confiados en que los planes de Dios siempre son buenos y perfectos.