09-11-2024
“Nadie, cuando enciende una lámpara, la pone en oculto ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.”
Lucas 11:33
Lucas 11:33
Jesús nos recuerda que nuestra luz no debe ser escondida, sino que debe ser puesta en alto para que todos la vean. Este llamado implica vivir una vida que sea un testimonio constante de Su amor y gracia. Cuando ocultamos nuestra fe o evitamos vivir de acuerdo con los principios de Dios, nuestra luz se apaga y nuestro testimonio pierde poder. Dios nos llama a ser valientes y a manifestar nuestra fe en todo momento.
Nuestra luz, además, debe ser una fuente de inspiración para otros. En Hebreos 10:24, se nos insta a “considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”. Al vivir abiertamente nuestra fe, motivamos a otros a buscar a Dios y a crecer espiritualmente. Una vida de integridad y amor actúa como un faro que guía a aquellos que están buscando sentido y esperanza.
Finalmente, cuando nuestra luz está en el candelero, nuestra vida tiene un impacto eterno. En Filipenses 2:15, Pablo nos exhorta a ser “luminares en el mundo”. Este llamado a brillar implica un compromiso continuo de vivir según el evangelio, siendo ejemplo de bondad, paciencia y verdad. Al vivir en la luz de Cristo, impactamos el mundo y dejamos una huella de amor y paz en la vida de otros.
La luz que hemos recibido no debe ser escondida. Al vivir abiertamente nuestra fe y amor por Dios, nos convertimos en un faro que guía a otros hacia Él, cumpliendo nuestro llamado como hijos de luz.