08-10-2025
“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”
Romanos 6:6
Romanos 6:6
En la cruz, Cristo no solo pagó por nuestros pecados, sino que también rompió el poder que el pecado tenía sobre nosotros. Antes éramos esclavos, pero ahora somos libres para vivir en santidad. 1 Pedro 2:24 lo afirma: “Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” La cruz marcó el fin de la esclavitud espiritual y el comienzo de una vida nueva en obediencia a Dios.
Cada vez que luchamos con la tentación, debemos recordar que el pecado ya fue derrotado en el Calvario. Jesús venció para que tú y yo también podamos vencer. Romanos 8:1–2 dice: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús… porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.” La cruz nos da poder para decir “no” al pecado y “sí” a la vida que agrada al Padre.
La victoria de la cruz no depende de nuestra fuerza, sino de la obra completa de Cristo. No luchamos para alcanzar libertad; luchamos desde la libertad que ya nos fue dada. Gálatas 5:24 nos recuerda: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” El pecado perdió su dominio cuando Cristo declaró: “Consumado es.”
El poder de la cruz nos libera del dominio del pecado. Ya no somos prisioneros de nuestras debilidades, sino testigos de la victoria de Cristo en nosotros. Vivamos cada día recordando que el pecado fue vencido en el madero.