11-05-2025
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.”
2 Timoteo 1:7
2 Timoteo 1:7
La fe como fruto del Espíritu no es solo confianza en Dios, sino fidelidad a Él. En Gálatas 2:20, Pablo dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí… y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios.” La fe nos hace caminar con firmeza en medio de la incertidumbre.
La mansedumbre es fuerza bajo control. Es la actitud de Cristo al enfrentar la oposición con humildad. En Mateo 11:29 Jesús nos invita: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.” El manso no es débil, sino fuerte en el Espíritu y libre del orgullo.
El dominio propio es la capacidad de decir “no” al pecado y “sí” a Dios. Es fruto de una vida crucificada con Cristo. En 1 Corintios 9:27 Pablo declara: “Sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre…” Vivir bajo el gobierno del Espíritu produce autocontrol y una vida santa.
Fe, mansedumbre y dominio propio revelan un corazón transformado. Cuando el Espíritu gobierna nuestras emociones, decisiones y reacciones, el carácter de Cristo brilla con poder.