02-10-2025
“Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió”
Hebreos 10:23
Hebreos 10:23
La paciencia también se manifiesta en la capacidad de esperar con fe en lo que Dios ha prometido, aunque las circunstancias digan lo contrario. Abraham es un ejemplo claro de esto: “Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara; tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios” (Romanos 4:19-20). Su espera paciente lo llevó a ver cumplida la promesa de un hijo.
La fe y la paciencia siempre van de la mano. Hebreos 6:12 dice: “A fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. No basta con creer; es necesario perseverar en la espera, confiando en que Dios es fiel para cumplir lo que ha dicho. La impaciencia nos lleva a actuar por nuestra cuenta, pero la fe paciente nos hace descansar en la soberanía del Señor.
Por eso, Isaías 55:11 nos asegura: “Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié”. Las promesas de Dios no son palabras humanas, sino decretos divinos que se cumplen en su tiempo perfecto. Esperar con paciencia en esas promesas es demostrar que confiamos en su fidelidad.
La fe paciente no es pasiva, sino activa: sigue creyendo, orando y confiando en Dios aun cuando no ve resultados inmediatos. Esperar con paciencia en sus promesas nos asegura que veremos la gloria de Dios manifestada en nuestras vidas, porque Él nunca falla ni olvida lo que ha dicho.