28-07-2025
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.”
Ezequiel 36:2
Ezequiel 36:2
Dios no se conforma con limpiar la superficie; Él transforma desde lo más profundo del ser humano. En su amor, no solo perdona, sino que cambia nuestra esencia. El corazón de piedra, insensible al bien, es reemplazado por un corazón tierno, receptivo a Su voz. La renovación que Dios promete no es temporal, sino total y permanente.
El Espíritu Santo es quien hace esta obra en nosotros. Él nos convence, nos purifica, y nos da poder para vivir en obediencia. La vida cristiana no consiste en mejorar lo viejo, sino en recibir una nueva naturaleza. Como dice 2 Corintios 5:17: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.”
Cuando recibimos esta renovación interior, nuestras actitudes cambian. Nuestra manera de pensar, sentir y actuar comienza a reflejar el carácter de Cristo. Esta transformación es progresiva, pero segura, porque está basada en la fidelidad de Dios.
Dios transforma nuestro interior de tal forma que ya no somos los mismos. Su poder no solo nos limpia, sino que nos da una nueva identidad. En Cristo, nuestro corazón puede volver a latir con propósito, ternura y obediencia.