06-12-2025
“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.”
Juan 14:18
Juan 14:18
El Espíritu Santo es llamado Consolador porque ministra a nuestro corazón en los momentos más difíciles. Jesús prometió que no estaríamos solos, y cada vez que sentimos Su abrazo espiritual, Su paz y Su palabra que calma, experimentamos ese consuelo divino. Su presencia restaura, sana y levanta cuando la tristeza quiere hundirnos.
El consuelo del Espíritu no es pasajero ni superficial; es profundo y eterno. 2 Corintios 1:3–4 dice que Dios “nos consuela en todas nuestras tribulaciones”. Ese consuelo es tan real que después podemos consolar a otros con lo que hemos recibido. La presencia del Espíritu transforma el dolor en esperanza y la aflicción en confianza.
Además, el Espíritu Santo nos recuerda las promesas de Dios cuando nuestro corazón se siente desesperado. Salmos 34:18 dice: “Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón”. Esa cercanía la experimentamos por medio del Espíritu. Él nos fortalece, nos anima y nos recuerda que Cristo venció todo sufrimiento.
El Consolador está cerca en cada momento de dolor. Su presencia trae paz y esperanza donde hay angustia. Recordemos siempre que Jesús no nos dejó solos; Su Espíritu nos sostiene y restaura.


