08-09-2025
“Jehová se manifestó a mí hace ya mucho tiempo, diciendo: Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia”.
Jeremías 31:3
Jeremías 31:3
El amor de Dios no es temporal ni condicionado a lo que hagamos, sino eterno y fiel. Desde el principio de los tiempos, Dios decidió amarnos con un amor que no cambia. Jeremías 31:3 nos recuerda que ese amor eterno se refleja en su misericordia constante. Aunque fallemos, su amor permanece intacto, demostrando que su fidelidad no depende de nuestras obras.
Ese amor se reveló plenamente en Jesucristo. Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. No esperó a que fuéramos perfectos, sino que nos amó en nuestra condición de pecadores. El amor de Dios nunca falla porque está basado en su naturaleza, y Dios no puede negarse a sí mismo.
Por eso, nada puede separarnos de ese amor. Romanos 8:38-39 declara: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir… nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Esa certeza nos da confianza y esperanza cada día.
El amor de Dios es eterno y no cambia con el tiempo ni con nuestras circunstancias. Cristo es la prueba más grande de que ese amor nunca falla. Vivir conscientes de ese amor nos fortalece para afrontar la vida con fe y gratitud.