11-09-2025
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él”.
1 Juan 3:1
1 Juan 3:1
El amor de Dios nunca falla porque nos adopta como hijos suyos. No somos huérfanos espirituales, sino parte de su familia eterna. Él nos ha dado identidad, herencia y propósito en Cristo. Ser llamados hijos de Dios es la mayor muestra de su amor, pues nos da acceso a su presencia y nos asegura su cuidado paterno.
Romanos 8:15-16 lo confirma: “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Esa relación íntima es fruto de su amor inagotable.
Ser hijos de Dios también significa que nada puede arrebatarnos de sus manos. Juan 10:28 declara: “Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano”. El amor de Dios nunca falla porque nos guarda como Padre fiel.
Dios nos ha hecho sus hijos por amor. Esa identidad nos da seguridad y confianza en su cuidado eterno. El amor de Dios nunca falla porque nos adoptó como suyos para siempre.