18-12-2025
“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.”
Lucas 2:7
Lucas 2:7
El nacimiento de Jesús nos muestra que Dios eligió la humildad como camino para traer salvación. El Rey del universo no nació en un palacio ni rodeado de riquezas, sino en un pesebre, un lugar sencillo y despreciado. Esto revela el corazón de Dios, que se acerca a lo humilde y rechaza la arrogancia. Filipenses 2:6–7 (RVR1960) dice: “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo.” Desde su nacimiento, Jesús nos enseñó que el verdadero poder se manifiesta en la humildad.
La humildad de Cristo rompe con los valores del mundo. Mientras el mundo busca grandeza, reconocimiento y prestigio, Dios nos muestra que la verdadera grandeza está en servir. Jesús nació sin comodidades para identificarse con los más necesitados y mostrar que nadie está fuera del alcance del amor de Dios. Mateo 11:29 (RVR1960) dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón.” La Navidad nos recuerda que Dios se acerca al corazón sencillo y dispuesto.
El pesebre también nos invita a examinar nuestro corazón. ¿Hay lugar para Jesús en nuestra vida? Muchas veces estamos tan ocupados que no dejamos espacio para Él. La humildad comienza cuando reconocemos nuestra necesidad de Dios y le abrimos el corazón. Santiago 4:6 (RVR1960) afirma: “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Celebrar la Navidad es rendir nuestro orgullo y recibir al Salvador con un corazón humilde.
La Navidad nos enseña que la salvación llegó a través de la humildad de Cristo. Jesús nos muestra que el camino del Reino es el servicio y la sencillez. Al contemplar el pesebre, somos llamados a vivir con humildad delante de Dios. Que nuestro corazón siempre tenga lugar para Jesús. En la humildad encontramos la gracia de Dios.


