04-12-2025
“Que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu.”
Efesios 3:16
Efesios 3:16
La vida cristiana no se sostiene por fuerza humana, sino por el poder del Espíritu Santo actuando en nuestro interior. Pablo oró para que los creyentes fueran fortalecidos, porque entendía que ninguna batalla espiritual podía enfrentarse en nuestras propias fuerzas. El Espíritu nos da la fortaleza que nuestra fragilidad natural no puede alcanzar. Esta fuerza nos permite perseverar, resistir y avanzar en medio de dificultades.
Jesús mismo dijo en Hechos 1:8: “Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo”. Ese poder no es para gloria personal, sino para testificar de Cristo, vencer el pecado y caminar en obediencia. Es un poder que transforma, que cambia hábitos, renueva pensamientos y da valentía cuando nos sentimos débiles. Donde nuestras fuerzas terminan, ahí comienzan las de Dios.
Incluso en los momentos más difíciles, el Espíritu nos sostiene. Isaías 40:29 dice: “Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”. La presencia del Espíritu nos recuerda que no estamos solos, que no dependemos de nuestra energía emocional o física, sino del poder de Dios en nuestra vida. Con Él, lo imposible se vuelve posible.
La fortaleza que necesitamos cada día viene del Espíritu Santo. Él sostiene nuestro interior, renueva nuestra fe y nos impulsa a seguir adelante. Cuando reconocemos nuestra debilidad, Su poder se perfecciona. Que cada día podamos depender más de Su fuerza y menos de la nuestra.


