11-11-2025
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí.”
Salmos 51:10
Salmos 51:10
David reconoció que solo Dios podía limpiar su corazón. El arrepentimiento genuino abre las puertas a la restauración. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9). La pureza no se logra por obras humanas, sino por la sangre de Cristo que nos santifica.
Cada día debemos permitir que el Espíritu examine nuestras intenciones. “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmos 139:23). Esta actitud humilde nos libra del autoengaño y nos acerca a la santidad. La limpieza del corazón produce libertad y gozo en la presencia del Señor.
Un corazón limpio refleja el carácter de Cristo en nosotros. “Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5:8). La pureza nos permite disfrutar de una relación íntima con nuestro Creador.
El corazón limpio es fruto del arrepentimiento y la gracia. Cada día debemos pedirle a Dios que quite toda impureza que nos aleje de Él, para vivir con gozo y comunión en Su presencia.


