09-11-2025
“Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.”
Romanos 15:5-6
Romanos 15:5-6
El propósito de la comunidad cristiana no es solo convivir, sino glorificar juntos a Dios. La unidad del cuerpo de Cristo tiene como fin exaltar Su nombre en todo lo que hacemos. Jesús oró al Padre diciendo: “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21). La unidad no es opcional, es un testimonio del poder del Evangelio.
Cuando el pueblo de Dios se une en propósito, el Espíritu Santo se mueve con libertad. En Hechos 2, vemos cómo los primeros creyentes “perseveraban unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón” (Hechos 2:46). Esa comunión fue la base del crecimiento de la iglesia. La unidad no significa uniformidad, sino armonía en la diversidad bajo el señorío de Cristo.
Efesios 4:16 nos recuerda que “todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” Cuando cada creyente cumple su función con fidelidad y amor, el cuerpo crece fuerte, saludable y lleno de la gloria de Dios.
Dios nos ha llamado a vivir unidos en un mismo propósito: glorificarle en todo. La comunidad cristiana florece cuando cada miembro camina en amor, humildad y servicio. Juntos reflejamos el Reino de Cristo en la tierra y proclamamos Su gloria al mundo que necesita ver la luz de Su verdad.


