03-11-2025
“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.”
Romanos 12:4-5
Romanos 12:4-5
Dios compara la iglesia con un cuerpo, donde cada parte tiene una función específica. Ningún miembro es más importante que otro; todos somos necesarios para el buen funcionamiento del cuerpo de Cristo. “Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno individualmente miembros de él” (1 Corintios 12:27). Esta imagen nos enseña que nuestra fe no puede ser vivida en aislamiento. La madurez espiritual se alcanza cuando servimos y dependemos unos de otros bajo la dirección del Espíritu.
El orgullo o la autosuficiencia rompen la armonía del cuerpo. Efesios 4:16 declara: “De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” El crecimiento espiritual es comunitario; cuando uno se debilita, todos lo sienten. Por eso, debemos procurar edificar y cuidar a los demás.
Cristo es la cabeza del cuerpo, y en Él encontramos la dirección y propósito para cada relación en la iglesia. “Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia; él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia” (Colosenses 1:18). Vivir en comunidad no se trata solo de asistir a reuniones, sino de caminar juntos en Cristo, reconociendo Su autoridad sobre todos.
La comunidad cristiana es el reflejo de la vida de Cristo en nosotros. Cuando entendemos que somos parte de un solo cuerpo, servimos con humildad y amor. Cada miembro aporta algo valioso, y juntos manifestamos la plenitud de Cristo. Vivir en comunidad es una expresión tangible del Reino de Dios en la tierra.


