12-10-2025
“Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente.”
Juan 11:25–26
Juan 11:25–26
La cruz no fue el final, fue el comienzo de una nueva vida para toda la humanidad. A través del sacrificio de Cristo, la muerte perdió su poder. Romanos 6:9 nos dice: “Sabiendo que Cristo, habiendo resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él.” La cruz abrió el camino hacia la vida eterna, donde el dolor y la muerte ya no tendrán dominio.
Cuando creemos en el Cristo crucificado y resucitado, participamos de Su victoria. 1 Corintios 15:54–55 declara: “Sorbida es la muerte en victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” La cruz nos da esperanza más allá de esta vida. Cada sufrimiento presente se convierte en una preparación para la gloria venidera.
Jesús nos promete vida abundante aquí y ahora, y eterna en Su presencia. Juan 10:10 dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” La cruz nos recuerda que la historia no termina en el dolor, sino en la victoria eterna.
El poder de la cruz culmina en la promesa de vida eterna. Gracias a Jesús, la muerte fue vencida y el cielo se abrió para nosotros. Vivamos cada día con la esperanza firme de que, por la cruz, tendremos vida sin fin junto a nuestro Salvador.