06-10-2025
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.”
Juan 3:16
Juan 3:16
La cruz es la máxima demostración del amor de Dios. No fue un accidente, sino un acto voluntario de redención. Cristo tomó nuestro lugar, cargando el peso de nuestros pecados para que pudiéramos ser reconciliados con el Padre. Romanos 5:8 dice: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Ese amor no se mide por lo que merecemos, sino por lo que Él decidió entregar.
En la cruz, Jesús nos mostró que el amor verdadero es sacrificial. No se basa en emociones o conveniencia, sino en obediencia y entrega. Efesios 5:2 nos exhorta: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” Ese amor nos invita a amar con la misma profundidad, incluso cuando cuesta.
Comprender el amor revelado en la cruz transforma nuestro corazón. Nos impulsa a perdonar, servir y ver a los demás con compasión. La cruz no solo nos salvó, también nos enseña cómo vivir. Cuando recordamos cuánto fuimos amados, no podemos permanecer iguales.
El poder de la cruz se revela en el amor inagotable de Dios. En ella encontramos la prueba eterna de Su gracia y misericordia. Al contemplarla, somos llamados a reflejar ese amor a un mundo que necesita esperanza y perdón.