03-10-2025
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”
Hebreos 12:2
Hebreos 12:2
Jesús es el modelo perfecto de paciencia en el proceso de Dios. Desde su niñez hasta el inicio de su ministerio, vivió en obediencia, esperando el tiempo del Padre. Cuando llegó la hora de su pasión, soportó con paciencia los sufrimientos y la cruz porque sabía que había un propósito eterno en ese dolor. Isaías 53:7 profetizó de Él: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”.
La paciencia de Cristo no fue debilidad, sino fortaleza y obediencia. Filipenses 2:8 lo describe: “Y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. En su entrega vemos cómo la paciencia es un acto de rendición total a la voluntad de Dios, aun cuando ésta implique sufrimiento.
Por eso, cuando enfrentamos procesos difíciles, debemos mirar a Jesús. Hebreos 12:3 nos exhorta: “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar”. Su ejemplo nos recuerda que la paciencia no es en vano, porque detrás del proceso está la gloria de Dios y la victoria final.
Jesús nos mostró que la paciencia en el sufrimiento conduce a la victoria. Siguiendo su ejemplo, aprendemos que el dolor no es el final, sino parte del plan eterno de Dios. Su paciencia nos inspira a soportar con fe, sabiendo que lo que nos espera en Cristo es mucho mayor que cualquier aflicción presente.