16-09-2025
“Mas lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre.”
Mateo 15:18
Mateo 15:18
Jesús explicó que las palabras que decimos son un reflejo directo de lo que hay en nuestro corazón. Cuando alguien habla con amargura, odio o mentira, eso muestra lo que está guardado en su interior. Por eso, más que intentar controlar únicamente nuestras palabras, debemos permitir que el Espíritu Santo transforme primero nuestro corazón.
El salmista oraba en el Salmo 19:14: “Sean gratos los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón delante de ti, oh Jehová, roca mía, y redentor mío.” Este versículo nos enseña que lo que pensamos en el corazón tarde o temprano se expresa en palabras, y por eso necesitamos que el Señor purifique nuestro interior para que nuestras expresiones le agraden.
Además, Proverbios 4:23 nos dice: “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida.” Guardar el corazón es clave para cuidar la lengua. Cuando llenamos nuestro ser con la Palabra de Dios y la oración, lo que hablamos será de bendición, y no de tropiezo.
Cuidar la lengua comienza con cuidar el corazón. Si nuestro corazón está lleno de Cristo, nuestras palabras reflejarán amor, verdad y esperanza. Que nuestras bocas sean instrumentos de alabanza y no de contaminación, mostrando a todos el carácter de Cristo en nosotros.