12-09-2025
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”.
Juan 3:16
Juan 3:16
La cruz es la máxima prueba de que el amor de Dios nunca falla. Jesús entregó su vida por nosotros, no porque lo mereciéramos, sino porque su amor es infinito. Cada herida, cada gota de sangre derramada, fue expresión de un amor que trasciende todo entendimiento humano.
Romanos 8:32 afirma: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” La entrega de Jesús es la garantía de que el amor de Dios es incondicional y generoso.
1 Juan 4:10 explica: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. La cruz nos recuerda cada día que su amor nunca falla y que siempre podemos confiar en Él.
El amor de Dios se demostró en la cruz de Cristo. Ese sacrificio eterno nos asegura salvación y vida abundante. Su amor nunca falla porque ya fue sellado con la sangre de Jesús.