22-10-2024
“Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes.”
Efesios 4:29
Efesios 4:29
Las palabras que hablamos tienen un gran impacto, tanto en nosotros como en quienes nos rodean. Efesios 4:29 nos exhorta a que ninguna palabra corrompida salga de nuestra boca, sino solo aquellas que edifican y dan gracia a los oyentes. Este versículo nos llama a ser intencionales con nuestras palabras, asegurándonos de que lo que decimos refleje la santidad de Dios. Nuestras palabras deben ser una fuente de edificación y no de destrucción.
En Santiago 3:5-6, el apóstol nos advierte que la lengua es como un fuego, capaz de corromper todo el cuerpo si no se controla. Este pasaje subraya la importancia de vigilar lo que decimos. La santidad en nuestras palabras requiere que seamos conscientes de cómo hablamos y de las consecuencias que nuestras palabras pueden tener. El Espíritu Santo nos ayuda a refrenar nuestra lengua y hablar con sabiduría, compasión y verdad.
Además, nuestras palabras también deben ser un reflejo de nuestro corazón. En Mateo 12:34, Jesús dijo que “de la abundancia del corazón habla la boca.” Si nuestros corazones están llenos de la verdad y la santidad de Dios, nuestras palabras también lo reflejarán. Al cultivar un corazón que busca a Dios y Su santidad, nuestras palabras serán un testimonio de Su obra en nuestra vida, y podremos ser una bendición para los demás a través de lo que decimos.
La santidad en nuestras palabras es un reflejo de lo que hay en nuestro corazón. Al permitir que el Espíritu Santo guíe nuestras palabras y hablemos con amor, verdad y sabiduría, edificamos a los demás y reflejamos la santidad de Dios.
1 comentario en “Santidad en Nuestras Palabras”
Todo lo que decimos puede tener una consecuancia buena o mala, ya que una frase o una palabra puede herir o dañar el corazón de los demás, pero también podría ayudar a reparar un corazón. Por eso, el devocional de hoy nos habla de la importancia de cuidar nuestras palabras, que todo lo que decimos debe ser edificante y debe reflejar la santidad de Dios, de forma que llevemos bendición a donde sea que vayamos.